viernes, 4 de enero de 2013

El tiburón zorro, otro tesoro de la reserva marina de Filipinas




Filipinas es uno de los pocos lugares del planeta donde los submarinistas pueden contemplar en mar abierto al escurridizo tiburón zorro, al borde de la extinción y conocido por su enorme cola en forma de hoz.
Los entusiastas de este deporte acuden cada vez en mayor número a esta isla, situada al norte de Cebú en la región central de las Visayas, donde las empresas de buceo les ofrecen la posibilidad de ver "in situ" a uno de los escualos más espectaculares y raros durante todo el año.
El tiburón zorro o zorro marino -alopias vulpinus- puede llegar a medir hasta seis metros de largo desde la punta del hocico hasta el extremo de su larguísima aleta caudal, y puede pesar casi media tonelada.
De color azul o grisáceo en la parte superior del lomo y blanco en la barriga, su característica distintiva en su larga cola, que suele medir lo mismo que el resto del cuerpo y que emplea como principal arma para capturar sus presas, pues pese a su tamaño tiene una mandíbula más pequeña que las de otros tiburones pelágicos como el mako, el tigre o el de punta blanca.
Cazador solitario, rodea a los bancos de peces mientras golpea con fuerza la superficie del agua para lograr que se asusten y se agrupen, y en un ataque posterior, asesta fuertes coletazos para aturdirles y poder devorarles en la última embestida.
Tal es el dominio y la fortaleza de su descomunal aleta caudal que puede apresar con la misma técnica aves marinas que se posan en la superficie, y sería capaz de decapitar a un hombre adulto si se cruzara en su camino, relatan los pescadores locales.
Aunque habita las aguas tropicales de todos los océanos e incluso en el Mediterráneo, su extrema timidez y costumbre de alimentarse lejos de la costa hace casi imposible que pueda ser visto por los submarinistas.
Pero en Malapascua, los submarinistas descubrieron hace diez años una pequeña meseta a no excesiva profundidad -25 metros- que cruzan al alba los tiburones zorros antes de dirigirse hacia su habitual "desayuno" de pescadillas y atún.
De esta forma, cuando asoman los primeros rayos de sol es necesario estar listo para zambullirse, llegar al fondo y ocultarse detrás del coral para esperar, nunca se sabe durante cuánto tiempo, la llegada de escualo.
Cuando aparecen, "es como un fantasma de las profundidades", indicó a Efe Jiggy Santillan, una aficionada local al buceo, tras finalizar la inmersión durante la cual pudo contemplarlos por primera vez.
"Definitivamente, merece la pena levantarse a las cuatro de la madrugada, la hora y media de viaje de barca y casi cuarenta minutos de espera, ahora sólo quiero esperar a verlos de nuevo mañana", agregó.
La isla de Malapascua está situada en el llamado "corredor de biodiversidad marina" de Daanbantayan, una zona protegida de las Visayas donde está terminantemente prohibida la pesca de cualquier tipo de fauna marina, gracias a un proyecto financiado por el Banco Asiático de Desarrollo.
Sin embargo, en otros países, sobre todo en Japón, sí se permiten las capturas de éste y otros escualos pues, al igual que el cerdo, se trata de un animal que se aprovecha casi entero, desde su carne hasta el aceite que se extrae de su hígado, y el zorro marino es el más apreciado para elaborar la sopa de aleta de tiburón.
La pesca abusiva comercial y la costumbre ilegal de cortarles las extremidades y devolverles sin ellas al mar han llevado a una drástica reducción de sus poblaciones en todos los mares, hasta el punto de figurar en la lista de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza.
Fuente: EFE

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